por el que me asomo, casi a diario,
sólo por si la casualidad
me diese noticias de ti.
Queda este resplandor
que va desapareciendo en atardenocheceres,
este último haz de sonrisas
con el que amarrarse fuerte
a los trastos inútiles y cansados,
a los aperos en decadencia.
Queda este dardo luminoso y áspero,
este delicado coro de fotones
que ilumina la dirección de la noche.
Queda apenas este prisma
que divide el fulgor que ya no soy
del que ya nunca seré.
Sólo la luz, esta luz; tú.
Y yo,
que me desvanezco.
©® Enrique R. del Portal, 2023
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