Hay opiniones, razones, principios y datos para decidir votar a la derecha o a la izquierda. Incluso pueden seducirnos siglas determinadas por un programa electoral concreto, alguna promesa de futuros venturosos o por la verborrea de sus representantes. En cualquier caso creo que es importante leer esos programas, saber qué proponen esos partidos y, si han tenido responsabilidades administrativas, ver como se han comportado ante situaciones de crisis o, sencillamente, como han administrado el día a día.
Creo que nunca, en lo que llevo votando y minimamente interesado por la política, ha habido un mayor protagonismo de la mentira, del bulo, de la paparrucha y de la descalificación gratuita del adversario político y hasta del amigo que opina distinto.
Parece que nos interesa la política pero nos acercamos a ella con argumentos comprados en una revista del corazón o en un estadio de fútbol. Repetimos una consigna de mal gusto o citamos un zasca tuitero como si fueran argumentos ontológicos. Criticamos dónde viven determinados líderes sin saber dónde viven otros. De hecho, no nos importa lo que han hecho mal (o lo que han robado) los nuestros, por eso, porque son "los nuestros" y tiene más valor el color de la camiseta de tus siglas que el acto criminal. Siempre cito a esas señoras que fueron a la puerta de la cárcel de la que salía Isabel Pantoja a gritarle ¡guapa! O al padre que llevó a sus hijos a la puerta del juzgado donde condenaban a Leo Messi, a pedirle que les firmara un balón de reglamento comprado a un módico precio en la boutique del Barça.
Y cómo olvidar a aquellos labriegos intelectuales ἰδιώτης gritando "a por ellos" a los guardias civiles que iban a Cataluña a aplicar el 155...
Pues esto es igual. Votamos desde la tripa, desde la indignación o desde la complacencia hacia "los nuestros" sin el mínimo de reflexión crítica o libertad de pensamiento; qué extrañas palabras, qué arcano.
Y no quiero decir con esto que todos los políticos o todas las opciones sean iguales, no, no lo son. Echad una ojeada los tres últimos años y analizad: qué ha ocurrido, cómo han reaccionado las administraciones, quién ha ayudado más a la gente y quién ha votado si o no a según y qué.
Y ahora, votad ¡caramba!, ¡votad!
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