Releyendo esto después de nueve años, creo que sigue de absoluta actualidad y vigencia.
“Las campanas tañidas por los traidores
les compran un puesto en el cielo
y cortan nuestras venas con el filo de hojas de curso legal.”
-Fragmento del poema “En Alza”-
No puedo ojear la prensa sin que se me amargue el día. Hoy lo he vuelto a intentar, y nada. Las mismas malas noticias, los escándalos, las peleas. Corrupción de compra y venta y una sensación de que nadie piensa más allá de “sálvese quien pueda”. Da igual el periódico que leas; eso no añadirá más que una intensa confusión ideológica, ya que cada uno culpará de los males que nos acucian al grupo político del contrario.
No es que no haya grandes profesionales del periodismo, claro que sí. En todos los medios los hay. Algunos hacen gala de su independencia, otros no tienen complejos en reconocer sus filias o sus fobias, pero en cualquier caso, sirven a intereses que están más allá de lo que podemos ver a simple vista.
Pero yo no quería hablar de los periódicos ni de los periodistas (o la televisión y la radio) sino del contenido. Esa terrible realidad con la que de un tiempo a esta parte nos han hecho comulgar. Leo, indignado, que la Conferencia Episcopal Española, en boca de su presidente, Rouco Varela, anuncia que si se vieran obligados a pagar el impuesto sobre bienes inmuebles, IBI, la iglesia no tendría más remedio que compensar ese gasto, disminuyendo el de obras sociales y de caridad como Cáritas. No salgo de mi asombro; además del implícito chantaje emocional, resulta que si una institución como la iglesia católica cumple con sus obligaciones terrenales en un momento tan necesario como este, lo pagarán los más desfavorecidos. Ejemplar.
Y así todo; estos mercachifles, que debían ser el ejemplo en tiempos tan difíciles, siguen más preocupados de con quién follamos o dejamos de hacerlo, que de los verdaderos problemas de la gente. Claro que todos sabemos que los homosexuales son enfermos y las mujeres que abortan asesinas, pero los párrocos que abusan de niños contra su voluntad, o los que violan mujeres en África, son pobres pecadores a los que hay que perdonar y encubrir en una parroquia lejana.
Si los vicarios de Cristo siguen (como es su costumbre) más apegados a los poderosos que a la iglesia de los pobres, qué vamos a poder exigirles a los que no tienen la gracia de su revelación. Pero por menos, dicen que armó Jesús la que armó en el Templo, aunque hoy en día, los del templo podrían responder con las armas de las fábricas de las que también son propietarios.
Ahora no hay más que ir descendiendo en la pirámide social (en la que he puesto al clero por su supuesta superioridad moral) para ir viendo que cuanto más tenemos, menos queremos colaborar.
Veo asqueado que todas las parcelas de poder exigen más que piden, un esfuerzo que empieza a ser insoportable para levantar el país y salir de esta terrible crisis. La misma que surge de la mala praxis de grupos financieros que se nutrían de inflar los precios de nuestras viviendas, y sobretasarlas para que, además, tuviéramos la reforma pagada, o un coche en la puerta. O ambas cosas. Esos mismos que nos convencieron de que la propiedad era lo más adecuado, y nos tranquilizaron con cómodas exenciones fiscales, son los que ahora nos instan a esforzarnos hasta lo indecible, mientras ello disfrutan de condiciones fiscales extraordinarias, coches oficiales, dietas mayores que el sueldo mínimo interprofesional, vales para los transportes, precios subvencionados en restaurantes y cafeterías. Los que protegidos con unas obscenas gafas de sol son premiados a menudo por las loterías del estado; construyen orgullosos aeropuertos de Babel y crían cachorros que en cuanto pueden nos espetan un buen “que se jodan”. Eso quedándonos en esta inmoral legalidad y no entrando en los sucios contubernios en los que algunos “representantes del pueblo” se enriquecen de manera vil e ilegal con la ayuda de ejemplares tesoreros, hábiles contables o solícitos chóferes.
Hace poco hemos visto como las cajas de ahorro, que originalmente fueron creadas para que el pobre tuviera también un banco, se han convertido en un coto de caza privado, en el que unos cuantos señoritos han amasado verdaderas fortunas, sin el más mínimo recato al dejar gran número de estas entidades en la miseria, y a muchísimos de sus clientes. Las grandes formaciones políticas, las diputaciones e incluso los dos sindicatos mayoritarios tienen las manos sucias, y se han beneficiado de manera poco honesta cuando menos, de esta situación.
No recuerdo una imagen más repugnante que un conocido responsable político y económico dando la campanada de salida a bolsa de cierta entidad. Eso, que ha costado miles de millones que vamos a pagar todos los españoles, pero eso sí; cuando no cumples con el pago de tu hipoteca, a la calle, sin derecho a queja, que si gritas más de la cuenta te mandan a los cuerpos especiales, o te reforman la justicia, o te recortan derechos. Obsceno.
¿A quién podemos creer? ¿Qué podemos hacer si nuestros representantes en la tierra y en el cielo, están vendiendo a nuestras madres?
Cualquiera podría deducir que hace falta una revolución. Hay que abrir bien las ventanas y remover los muebles hasta que no quede ni una mota de polvo en casa. Y si de paso ruedan las cabezas de los culpables mejor. ¿No?
Los de mi gremio estamos acostumbrados a vivir en una constante crisis, dada por la naturaleza inestable de nuestro trabajo. Pero nunca entendí, que por una partitura de una obra que voy a representar tuviera que pagar un impuesto del valor añadido, IVA, mayor que el de una novela de acción. Como ahora tampoco entiendo que estemos sufriendo un IVA en la cultura y los espectáculos mayor que el que se carga en la pornografía. No es, ni mucho menos, que esté en contra de los que disfrutan con imágenes de hermosos cuerpos al desnudo, pero la comparación me resulta insultante. Ofensiva.
Nos hemos convertido en un país, que como el tonto de la clase, sólo destaca en gimnasia y religión. Hay una placa que conmemora la victoria de la selección española de futbol en 2010 en la explanada del Puente del Rey, junto a la casa de campo. Supongo que eso era más importante que arreglar un parque, o un teatro. Estamos haciendo todo lo posible porque la educación religiosa, el proselitismo al fin y al cabo, el rapto más burdo de la libertad de pensamiento, se codee con las matemáticas y la historia en las aulas. Pero claro, hay que tener contento al diablo si hace falta; mal ejemplo en este caso…
En el fondo saben lo que son, lo que nosotros les hemos permitido; basura, parásitos sociales que ensucian más que sirven. Se enriquecen a nuestra costa, porque temen que al llegar al cielo no tendrán suficiente para comprar su parcelita. Pero hay que desengañarlos: por una parte no tendréis castigo, ladrones, estafadores, trileros, conspiradores, confesores, pederastas, tramposos, prevaricadores, troleros, avariciosos, embaucadores, aprovechados, hipócritas, violadores, usureros, vendedores de bulas, malversadores, salvapatrias… yo al menos no creo en ese tipo de justicia. Pero es que tampoco tendréis recompensa. No hay oro bastante para que vosotros entréis en el cielo. Es más, ya os oléis que no hay cielo, ¿verdad? Terminaréis en un hoyo, entre fango y guano. Donde os corresponde.
© Enrique R. del Portal, 2013
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