sábado, 2 de julio de 2022

Cine Las Margaritas

Como no tuve hermanos mis primos ocuparon ese espacio, especialmente el que siempre me faltó de hermano mayor, que desempeñaron en distintos momentos de mi vida mis primos José Enrique y Juan.  Hijos de la hermana pequeña de mi madre, Francisca, que en la familia siempre fue Paquita, a día de hoy, la última de las tres hermanas que queda viva; Nati, mi madre, que fue la primera en dejarnos y Tere, la segunda.
También tuve una unión especial con mis otros primos, Quique y Juan (vaya, todo iba de enriques y juanes…), hijos de Tere. De ellos heredé la pasión por el rock, creo que ya lo he comentado en alguna otra anécdota, pero la historia que hoy me viene a la memoria tiene como protagonistas a los primeros.
Era muy habitual que mi madre acompañase a mi padre en los viajes, bolos y giras; en parte para pasar todo el tiempo posible con él y en parte para vigilarle, así que a mí me tocaba pasar muchos días e incluso temporadas en casa de mis tíos, Paquita y su marido Isidro. Solía ser motivo de fiesta y alegría, y compartía con mis primos los juegos, los estudios, las trastadas, las regañinas… y alguna que otra pelea que siempre terminaba en una buena paz bilateral. Los acompañaba a las quedadas con sus amigos, y jugábamos juntos por las calles de aquel Parque de las Margaritas de Getafe de los últimos años setenta y primeros ochenta. Uno de los sitios que recuerdo con especial cariño es la piscina Costa de Vigo, que en cuanto el tiempo lo permitía, se convertía en una especie de “cuartel general de actos familiares”, y fue allí donde celebramos varias primeras comuniones y donde pasamos algunos de los momentos, primaverales y veraniegos, más felices de mi infancia.
Pero hay un local que tiene en mi memoria la categoría de templo, y es aquel cine de barrio donde vi tantas películas con mis primos, especialmente de miedo, que tan malos-buenos momentos me hicieron pasar, y que forjaron la afición que tuve (y conservo) por este género cinematográfico. Allí vi algunas como Miedo en la Ciudad de los Muertos Vivientes (Lucio Fulci, 1980), El Más Allá (L. Fulci, 1981), Humanoides del Abismo (Barbara Peeters, 1980), Viernes 13 (Sean S. Cunnigham, 1980), La Niebla (John Carpenter, 1980), ¿Qué sucedió entonces?  (Roy Ward Baker, 1967), Vinieron de Dentro de (David Cronenberg, 1975), Las Garras de Lorelei (Amando de Ossorio, 1974), La Noche del Terror Ciego (Amando de Ossorio, 1972), No Profanar el Sueño de los Muertos (Jorge Grau, 1974), Noche de Miedo (Tom Holland, 1985), Fuerza Vital (Tobe Hooper… 1985) y un buen montón de títulos más. Como veis, no todas podrían considerarse manjar para cinéfilos o distinguidos críticos de cine, y es que nuestro gusto era más bien de trazo grueso y nos encantaba el buen cine malo en el que la sangre artificial salpicase a borbotones.
No nos quedamos tan sólo en la pantalla grande y comenzamos a coleccionar libros y revistas de temas ocultos, parapsicología, ufología… Se me hace inolvidable la voz de Antonio José Alés, que escuchábamos atentos y ensimismados, en su programa de Radio Madrid “Media Noche” donde mezclaba reportajes sobre estos temas con radionovelas dramatizadas de relatos de terror, que retransmitían para promocionar la colección Biblioteca Universal de Misterio y Terror. Como no podía ser de otra forma, esta era la parte que más me gustaba, y hace bien poco terminé recopilando todos los números de aquella perdida colección.
Fue un gran disgusto cuando mis primos me contaron que habían cerrado la piscina Costa de Vigo, que terminó siendo una urbanización de alto standing y el cine Las Margaritas, que convirtieron en un pequeño centro comercial. Igual que desaparecieron el Avenida, el Cervera o el Palacio, como, al fin y al cabo, han desaparecido todos los cines de barrio de las capitales. En las visitas que les he hecho, o a mi tía Paquita, he pasado en alguna ocasión por la puerta, y he recordado con inmensa nostalgia aquellas dobles sesiones de sobresalto y escalofrío, de fantasmas, muertos vivientes y asesinos enloquecidos, y como José Enrique y Juan suplieron mi falta de hermanos mayores.
Pero solo he recordado a los primos por parte de madre, y también los tengo por parte de padre; Carlos, Emilio, David, Paco, Montse y Nati, hijos los tres primeros de Emilio, el hermano pequeño y los tres siguientes de Adela, la hermana mediana. Aunque ellos no tuvieron ese papel relevante de los hijos de las hermanas de mi madre. La vida quiso que muchos años más tarde, quizá en un irónico guiño, descubriese el secreto detalle de que sí tenía hermanos, mayores y menores… que mi padre había ido diseminando como aquellos monstruos marinos o espaciales de aquellas películas adoradas, que tenían la persistente manía de matar a los hombres y aparearse con sus mujeres. Después de todo, por mucho que insistió en acompañarle y vigilarle, mi madre fracasó en el intento. Pero, aunque también de “horror, pavor y terror”, esa es otra historia.

® Enrique R. del Portal, 2022



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